Cuando tengas un conflicto, no se lo des al ego para que lo resuelva, dáselo al alma
No tomemos como punto de partida el hecho de que por lo general todos nuestros conflictos son generados justamente por el ego, con su dificultad de aceptar todo lo que nos ocurre y colocar la resistencia entre aquello y nosotros, sin darnos la oportunidad de fluir con nuestros procesos.
Asumamos que el ego no tuvo mucho que ver en la generación de nuestro problema y a partir de allí evaluemos las diferencias entre abordarlo desde el alama o desde el ego.
Al abordar cualquier problema desde el ego nos encontraremos lo siguiente:
Nuestros pensamientos estarán centrados en el problema, no tardaremos en traerlo las veces que sean necesarias para pensar cómo llegamos a ese punto, los factores involucrados, las posibilidades de salir, qué estrategias debemos tomar. Todos los pensamientos asociados al problema gravitarán alrededor imposibilitándonos para ocupar nuestra mente de manera efectiva en alguna otra cosa.
El miedo siempre estará presente, el miedo a que no podamos resolver el conflicto, a que empeore, el miedo a perder algo o dejar de ganar otra cosa.
La preocupación por el qué dirán tomará lugar y nos imaginaremos las opiniones de los demás, mientras que nuestra imagen pierde valor.
El sufrimiento será inevitable, entre la preocupación y el desgaste físico y emocional, tendremos una mezcla interesante de factores que harán el tránsito más complicado y cargado de dolor.
Podremos tener soluciones justo en frente, pero la angustia puede nublarnos la visión, imposibilitando que consideremos alguna de ellas como viable para salir de aquello que nos inquieta.
Cuando abordamos un problema desde el alma podemos encontrarnos con lo siguiente:
La confianza se hace presente, sabemos que el problema tiene solución y que llegaremos a ella.
Vemos cualquier conflicto como una posibilidad de crecimiento y de mejora, de donde podemos rescatar cualquier cosa positiva que nos ayude a mejorarnos o conocernos.
El aceptar una situación, le quita la connotación que pudiésemos darle de problema y con ello, la cuota de resistencia o de negación, lo cual nos permite atravesar cada episodio desde una perspectiva menos desgastante.
Nos enfocamos en la lección, no en el sufrimiento que normalmente nuestra mente identifica y adopta de cada situación, por más inocua que parezca.
Las soluciones a lo que nos puede afectar parecen presentarse “mágicamente”, tenemos nuestros sentidos y pensamientos disponibles para estar en el presente y poder detectar los caminos que se abren para generar los cambios que necesitemos dar.
La calma prevalece, no nos salimos de control, con la certeza de que por nuestra naturaleza cualquier cosa inquietante, tenderá a desaparecer mientras menos sea la atención que le prestemos.
Cuando abordamos nuestros problemas desde el alma, podemos comparar la sensación con aquella que tiene un gerente que cuenta con el mejor equipo de trabajo, donde él solo debe enviar una solicitud de resolución y ese equipo de manera eficiente y diligente dará la mejor respuesta. Nuestra alma actúa como ese equipo, eficiente, multidisciplinario, diligente y que desde un sistema de orden y relajación resuelve el conflicto, sin que el gerente (nosotros), deba invertir mayor energía en ello.
Confía en tu alma, ella siempre tiene todas las respuestas, hace lo posible para que la escuches, mientras tu ego grita muy alto. Cierra los ojos y encuentra al fondo de todo el ruido, esa voz que calmadamente te está indicando el camino y no lo dudes, ni lo cuestiones, aprende a escuchar a tu verdadera esencia, cargada de toda la sabiduría que necesitas.
Imagen principal cortesía de: Jaime Ibarra
Por: Sara Espejo
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